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Islam político 2.0

El Pais (25-10-2011) Quién ha dicho que los fanáticos carecen de sentido del humor? Ayman al Zawahiri, la mano derecha de Bin Laden, ha declarado que la eclosión de una primavera árabe se debe también a Al Qaeda. Al Zawahiri, sin el menor complejo, se declara “padre espiritual” de todo el movimiento, cuando precisamente los líderes de la revolución tunecina y de la egipcia han procurado distanciarse de todo discurso religioso desde un principio.

Los jóvenes, en Túnez y en Egipto, han acabado de forma pacífica con regímenes que parecían eternos. La primavera árabe ha supuesto la derrota de Al Qaeda. Un mensaje que ha sido recibido también por los partidos islamistas. La simpatía que los jóvenes han despertado en la opinión pública occidental, junto a otros factores, les ha abierto el camino hacia el cambio, a presentar una imagen totalmente distinta de la que ofrecieron los barbudos de Al Qaeda durante una década.

Los islamistas, aun ganando elecciones, no deben tener carta blanca para devolver sus países al Medievo

Los movimientos islamistas de índole política, como En Nahda y los Hermanos Musulmanes, no han tardado en darse cuenta de que es su momento. Los jóvenes que aspiraban al cambio mediante un discurso moderno y liberal no estaban bien organizados. El ansia de libertad y de democracia ha sido interpretada por el islam político como una excelente ocasión para encaramarse al poder. Y el islam político sí que está perfectamente organizado. De la democracia acepta únicamente la interpretación más estrecha: la del derecho a votar. La tentación es tan fuerte que los líderes de los Hermanos Musulmanes en Egipto o los del partido En Nahda en Túnez no han ahorrado esfuerzos para demostrar al mundo su espíritu democrático. Declaraciones de apertura hacia los sectores laicos o discrepantes, de respeto por las minorías o por las opciones personales, etcétera, no han escaseado en el vocabulario islamista durante el ápice de la primavera. Escuchar a los líderes de los Hermanos Musulmanes hablar de aceptación del Estado laico era una auténtica novedad. Sin embargo, pudimos darnos cuenta de inmediato de que solo se trataba de una táctica, nada más.

No había voluntad alguna de sentar las bases de una democracia sólida. Era únicamente una nueva maniobra en su camino hacia el poder que, según sostienen, es el único medio para conducir a las sociedades hacia el islam puro, el de tiempos del profeta, cuando predominaban “la justicia y la prosperidad”. Y, para acabar, la recuperación del estribillo habitual: el islam es la solución.

El problema del islam, sobre todo del de índole política, desde 1798, desde la campaña de Napoleón en Egipto, se cifra en sus continuas tentativas de adaptar la modernidad a los preceptos de la religión, en vez de permitir que el islam se contamine con la modernidad. Este dilema no ha dejado espacio para una auténtica revolución en el seno de las distintas sociedades, una revolución que pudiera cambiar las estructuras sociales y, sobre todo, las mentales. El mundo árabe islámico se ha convertido en rehén de una ideología que cifra su salvación exclusivamente en razonamientos religiosos.

El académico francés Olivier Roy se ha precipitado pues al hablar del “fracaso del islam político” (L’Échec de l’islam politique,Seuil, París, 1992). Hubiera resultado más correcto hablar de una ideología que posee una gran capacidad de adaptación. Al Qaeda, los Hermanos Musulmanes en Egipto y en otros países árabes, así como el Estado teocrático iraní son matices distintos de una ideología común, incapaz de confluir con el mundo. Ideología que cambia de táctica, pero no de objetivo.

La única excepción, probablemente, sea el caso turco, que es necesario analizar con lupa, sin embargo, dado que son muchos quienes lo ven en Occidente come un modelo digno de imitación. Se trata, sin duda, del único ejemplo positivo que puede proporcionar el islam político, pero es forzoso señalar que este modelo nació y creció en una sociedad exquisitamente laica. El éxito de Erdogan es, por encima de todo, el éxito de un sistema que debe mucho a su Constitución, la más laica del mundo islámico.

En un artículo publicado en el diario panárabe Al-sharq al-awsat, Rafiq Abdessalam (17-10-2011) subraya la capacidad del islam político de convencer a las masas gracias a su organización y a las prestaciones sociales a favor del pueblo, en contradicción con todo su quehacer político, inadecuado para un mundo moderno y globalizado. El islam político, de no cambiar su visión de base, nunca podrá ser un interlocutor válido para construir una verdadera democracia, que busque instrumentos para asentar una convivencia pacífica. Cuando la premisa es la aplicación de la ley divina, toda propuesta orientada hacia un Estado legitimado por la voluntad de los ciudadanos se vuelve poco creíble.

Todo indica que las elecciones en Túnez y Egipto llevarán al islam político al poder. Esta vez, las potencias occidentales están dispuestas a aceptarlo como expresión de la voluntad popular, y así debe ser. Occidente, sin embargo, tiene una gran responsabilidad: insistir en el hecho de que ganar las elecciones no significa tener carta blanca por hacer retroceder las sociedades hacia el medievo.

Ha llegado el momento de que el islam político comprenda de una vez que en un mundo globalizado nadie puede considerarse una realidad aparte.

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Chi ha paura della pace?

La parola pace in Medio Oriente è stata talmente usata, manipolata e svuotata che oggi sembra quasi impronunciabile. Nonostante decenni di negoziati falliti, guerre senza tregua e cicli infiniti di violenza, resta l’unica via possibile. Ma chi la ostacola? Chi ha davvero paura della pace?

È questa la domanda al centro del nuovo libro di Zouhir Louassini, giornalista e scrittore, che scava nei nodi più dolorosi del conflitto israelo-palestinese. Il volume non indulge in retorica: parte da fatti concreti, come il massacro del 7 ottobre 2023, quando Hamas ha colpito brutalmente civili innocenti, tra i quali anche israeliani impegnati nel dialogo con i palestinesi. Un atto di violenza che ha avuto un unico obiettivo: distruggere ogni possibilità di convivenza.

Ma l’autore non si ferma a denunciare la barbarie di Hamas. Con la stessa lucidità mette in luce le responsabilità del governo Netanyahu e della destra israeliana, che da anni alimentano un clima di paura, colonizzazione e vendetta. Una leadership che ha usato la retorica della sicurezza per rafforzarsi politicamente, mentre la prospettiva di una pace reale si allontanava sempre di più.

Louassini mette in parallelo queste dinamiche con l’uso distorto delle parole: leader che parlano di “pace” mentre alimentano la guerra, promesse che si trasformano in imposizioni, un linguaggio politico che ricorda le distopie di Orwell, dove i significati vengono rovesciati.

Chi ha paura della pace? è un testo giornalistico ma anche una riflessione universale: mostra come la pace faccia paura a chi vive di conflitto, a chi trae forza e consenso dall’odio. E invita i lettori a chiedersi se la guerra sia davvero inevitabile, o se esista ancora spazio per immaginare scenari pragmatici di convivenza.

Non offre illusioni, ma pone la domanda più scomoda e necessaria: la pace è davvero un’utopia, o è la nostra unica possibilità di futuro?

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Partita a scacchi su un ring di pugilato: tra Israele e Iran il nuovo round di una spirale infinita

Gaza, Hezbollah, Siria, Iran: ogni fronte è inserito in una logica coerente, volta a smantellare le reti di minaccia alla sicurezza israeliana

 

Nel ring infuocato del Medio Oriente, il conflitto tra Israele e Iran somiglia sempre più a un ibrido tra una partita di scacchi e un incontro di pugilato. Israele gioca con freddezza strategica: colpisce con precisione chirurgica obiettivi militari, basi e infrastrutture sensibili. Ogni mossa è calcolata, ogni attacco ha un valore operativo ma anche simbolico.

L’Iran, invece, sembra un pugile stordito. Reagisce con colpi confusi, spesso imprecisi, più guidato dall’impulso che da un piano. I droni lanciati in massa, i razzi sparati senza un bersaglio definito, le minacce ripetute ma inefficaci: tutto parla di frustrazione più che di forza.

Ma il vero squilibrio non è solo militare. È soprattutto geopolitico. Teheran si ritrova sempre più isolata. I suoi alleati storici sono in difficoltà: Hezbollah è logorato in Libano da attacchi continui e da una crisi economica devastante; gli Houthi in Yemen sono sotto tiro diretto degli Stati Uniti; Hamas, dopo l’attacco del 7 ottobre 2023, è intrappolato nella guerra brutale di Gaza. La “mezzaluna sciita”, un tempo simbolo dell’influenza regionale iraniana, si è incrinata sotto il peso della risposta israeliana e dell’isolamento diplomatico.

Anche sul piano internazionale, l’Iran non trova più appoggi solidi. La Russia, pur legata da interessi militari e strategici, è assorbita dalla guerra in Ucraina e non ha alcuna intenzione di aprire un nuovo fronte. La Cina mantiene una distanza prudente: intrattiene rapporti economici con Teheran, ma non intende compromettere la sua immagine globale per una potenza sempre più ingombrante. Mosca e Pechino giocano su più tavoli, ma oggi scelgono la cautela. Nessuno è disposto a esporsi per un Iran sempre più isolato.

Israele, al contrario, agisce con la consapevolezza di avere il vento a favore. Gli Stati Uniti garantiscono copertura diplomatica, supporto tecnologico e una forte capacità di deterrenza. Le potenze occidentali, con sfumature diverse, condividono la percezione dell’Iran come minaccia alla stabilità regionale. Anche molti paesi arabi, pur evitando dichiarazioni ufficiali, vedono con favore il contenimento dell’espansionismo iraniano. Non si può parlare di legittimità internazionale – l’ONU non ha mai approvato formalmente le azioni israeliane – ma è chiaro che Tel Aviv opera dentro un contesto di ampio consenso politico, seppur non dichiarato.

Soprattutto, Israele agisce secondo una visione. La risposta all’attacco del 7 ottobre non è stata solo militare: è parte di una strategia a lungo termine per ridisegnare gli equilibri regionali. Gaza, Hezbollah, Siria, Iran: ogni fronte è inserito in una logica coerente, volta a smantellare le reti di minaccia alla sicurezza israeliana. È una dottrina fondata su azione preventiva, superiorità tecnologica e iniziativa diplomatica.

Ma tutto questo solleva una domanda cruciale: quanto può durare questa spirale? Fino a quando la sicurezza israeliana potrà basarsi su guerre preventive, attacchi anticipati, operazioni giustificate da minacce reali o anche solo percepite? Perché anche la semplice sensazione di una minaccia, per Israele, si traduce quasi sempre in un’azione militare. È una strategia che ha prodotto risultati tattici, ma ha anche cronicizzato il conflitto. Ogni guerra genera la successiva.

Dal 1948, anno della nascita dello Stato di Israele, il Medio Oriente non ha mai conosciuto una pace duratura. Solo tregue provvisorie, pause tra una crisi e l’altra. Il paradosso è tutto qui: per difendersi, Israele è costretto ad attaccare. Ma ogni attacco riaccende il fuoco, rafforza il nemico, alimenta nuove tensioni.

Forse è il momento di affiancare alla forza una visione politica diversa. Perché la sicurezza, quella vera, nasce anche da una giustizia riconoscibile. E giustizia, in questa regione, significa accettare finalmente la creazione di uno Stato palestinese indipendente, con interlocutori legittimi e affidabili — non certo Hamas. Un processo difficile, certo, ma che potrebbe finalmente dare senso a un equilibrio fondato non solo sulla deterrenza, ma anche sulla legittimità e sul rispetto reciproco.

Finché la pace resterà un’idea astratta e non un progetto concreto, ovvero un “compromesso” ragionevole fra tutti gli Stati della regione, il Medio Oriente continuerà a giocare a scacchi con i pugni. E ogni vittoria, per quanto brillante, sarà solo il preludio a un nuovo round.

Pubblicato il 15/6/2025 su Rainews

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Tangeri, 1890. Intrigo, potere e resistenza: La strategia del pesce nano, il primo romanzo di Zouhir Louassini

Una storia avvincente ispirata a fatti reali che riporta alla luce una pagina dimenticata della storia marocchina, tra spionaggio, tensioni internazionali e dignità ferita.

È disponibile su Amazon La strategia del pesce nano, il primo romanzo dello scrittore e giornalista marocchino Zouhir Louassini. Ambientato nella Tangeri del 1890, il libro trascina il lettore in un’indagine che va oltre il mistero iniziale – l’assassinio di un cittadino italiano – per esplorare gli intricati rapporti di forza tra il Marocco e le grandi potenze coloniali.

Tangeri, all’epoca, era una città di frontiera e d’intrigo, abitata da consoli stranieri, spie, mercanti e diplomatici che operavano sotto la protezione di un sistema consolare arrogante e impunito. Louassini costruisce, con eleganza narrativa e rigore storico, un giallo politico che illumina i meccanismi opachi dell’epoca, le tensioni diplomatiche e le strategie sottili adottate da chi – pur privo di potere militare – cercava di sopravvivere e difendere la propria sovranità.

Il titolo del romanzo, La strategia del pesce nano, diventa emblema di questa resistenza silenziosa: quella di chi, pur piccolo e fragile, riesce a muoversi con astuzia nel mare agitato degli imperi coloniali.

Con uno stile limpido e cinematografico, il romanzo restituisce una Tangeri affascinante e contraddittoria, sospesa tra tradizione e modernità, tra dominio straniero e orgoglio marocchino. Louassini non si limita a raccontare un fatto di cronaca: invita il lettore a riflettere sul presente, sulle relazioni di forza internazionali, e sulla sottile linea tra giustizia e impunità.

 

 

 

 

 

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Marocco, Islam